La Nafta, bencina, caldo… son algunos de los nombres comunes con los que mucha gente hace referencia a la gasolina que usamos como combustible para que el motor de nuestro automóvil pueda funcionar.
Realmente, la gasolina, es una mezcla de cientos de hidrocarburos destilados del petróleo para que los motores de combustión interna, propios de nuestros vehículos, puedan funcionar, tanto si tienen un sistema de encendido por chispa como por compresión.
En España la primera gasolina contenía plomo y era de 85 octanos. Posteriormente, en la década de los 80 se aumentó el octanaje de la gasolina convencional a 91 octanos y surgió la conocida como gasolina súper, que además de contener plomo era de 97. No fue hasta el año 89 que se comercializó aquí la primera gasolina sin plomo tanto en formato de 95 como de 98, y tuvo tanto éxito que la que sí lo contenía comenzó a desaparecer.
La Unión Europea decidió retirar de nuestro país la venta de gasolinas con plomo para el año 2002, aunque en el mercado perduraron hasta finales de 2005 las que llevaban sustitutos del mismo, también eliminadas posteriormente debido a su alto índice de contaminación y consumo.
A partir de esa fecha, determinados vehículos debían dotarse de catalizador o bien usar unos aditivos específicos para complementar a la popular gasolina sin plomo.
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